Templo
La portada principal al exterior se presenta grandiosa, sobrealzada sobre el pódium que salva el desnivel de la plazuela, heredera del espacio cementerial de tiempos mozárabes. La fachada se concibe de forma escalonada con vanos simétricos. Representa el ejemplo más antiguo en Toledo, derivado de la mezquita de Córdoba, por lo que va a convertirse en verdadero prototipo para iglesias y palacios toledanos de los siglos XIV y XV.
El interior es de esbeltas proporciones, con tres naves, la central más alta que las laterales, de tres tramos separadas por grandes arcos apuntados y cubiertas por armaduras de madera.
En su arquitectura influyen las nuevas formas góticas, por la construcción contemporánea de la catedral junto con las almohades. Este edificio se considera que marca el inicio de la segunda fase del mudéjar toledano en la que, se abandonan los grandes arcos de herradura sobre columnas y se sustituyen por arcos apuntados sobre pilares cruciformes.
La planta de cruz latina es imagen de Jesucristo en la cruz, que se entrega por su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía celebrado diariamente en el altar, porque Él es la cabeza de todo un cuerpo que es la asamblea de fieles. Para llegar a la cabecera, atravesamos el crucero, muy sobresaliente en planta, cubierto en su tramo central con una bóveda de crucería en ladrillo, del más puro arte gótico, que obliga a elevar la mirada hacia lo alto, y con ello, a elevar el espíritu hacia Dios.
El artesonado central es uno de los más bellos de Toledo, compuesto por vigas de par y nudillo, con tirantes dobles conserva fragmentos de inscripciones en árabe cúfico y nasji, entre las que descubrimos la fecha de 1287 y las fórmulas rituales “la felicidad, la paz, la gloria, la generosidad”.
En el brazo de la nave de la epístola se ha situado el baptisterio, un espacio escalonado que culmina en la romántica pila bautismal. Toda una estructura arquitectónica que invita al descendimiento, al abajamiento de sí mismo, para alcanzar en las aguas del bautismo, la regeneración y la nueva vida. La capilla está presidida por la cruz original que San Vicente Ferrer llevaba en sus predicaciones.
En el centro del crucero, en el lugar con mayor sonoridad se encuentra un original y antiguo púlpito. Bellísimo ejemplar de yesería gótico-mudéjar que conserva restos de policromía original. Se apoya sobre un fuste de pizarra azul y un capitel invertido y el tornavoz presenta idéntica decoración. En él predicó San Vicente Ferrer, del que se conserva una talla al pie de la nave, en 1403, “logrando de los judíos una conversión milagrosa”.
En torno al crucero encontramos empotradas antiquísimas lápidas funerarias de los años 1265, 1292 y 1329.
El retablo Mayor fue tallado por Juan de Tovar y pintado, dorado y estofado por Francisco de Espinosa entre los años 1545 y 1548. Juan Correa del Vivar participó como fiador de Tovar para responder con sus bienes en caso e incumplimiento del contrato.
Consta de banco o pedrella, cinco calles, cuatro cuerpos y ático. Su estilo corresponde al primer renacimiento español, o plateresco, caracterizado no tanto por la simetría de las formas como por un decorativismo, a imitación de los motivos italianos de medallones, guirnaldas, cabezas de ángeles, que llenan espacios, en un momento inmediatamente anterior al Concilio de Trento, tras el cual las formas serían mucho más depuradas, volviendo a la simplificación de las líneas esenciales.
En el contrato con Juan de Tovar se especifican las dimensiones que ha de tener y el número de cajas o compartimentos en altura que han de ser cuatro: “en la primera se ha de hacer una custodia conforme a una que está en el monasterio de San Miguel de los Ángeles de Toledo (ambas perdidas, el actual sagrario es una obra contemporánea del orfebre Tasio). En la segunda caxa ha de ir un crucifixo y san Juan y maria con su monte calvario…Encima ha de ir por remate un dios padre metido en su encasamento con su guarnición de talla”. El resto de escenas serán las historias que el cura y los parroquianos ordenen, eso sí, con imágenes de bulto, y hornacinas separadas por pilares abalaustrados y cubiertas por veneras.
En el banco, medallas y molduras, y en el remate superior dos figuras femeninas recostadas y medallones con efigies de personajes barbados. En el centro sobresale la figura del apóstol Santiago, titular de la Parroquia, que por su calidad se ha atribuido al maestro Copín de Holanda. De vistosa policromía, la figura se presenta en pie, con atuendo de peregrino, sombrero con venera, escarcela o zurrón, bordón o cayado de caminante y libro, en alusión a la epístola que se le atribuye.
Además de las imágenes de la Asunción, el Calvario y Dios Padre en la calle central, encontramos otras escenas referentes a la vida de María (Natividad, Anunciación), la infancia de Cristo (Natividad, Epifanía o Adoración de los Magos, Presentación en el Templo), su vida pública (Bautismo, Resurrección), o la vida de la Iglesia (Pentecostés). Todo un programa destinado a exaltar la figura de María y de Cristo y a resumir la historia de la salvación del hombre desde la encarnación del Hijo de Dios hasta la venida del Espíritu Santo.
También en torno a la talla del apóstol Santiago aparecen dos episodios alusivos a su vida: su Martirio, decapitado por un verdugo que luce una interesante armadura del s. XVI, y la Traslación de su cuerpo desde Compostela sobre un carro tirado por bueyes. “Todo ha de ser de muy buena madera, seca y sin nudos, la custodia y Santiago y asunción y crucifixión y entrecalles y banco y el dicho padre ha de ser todo de bulto e guecos los bultos grandes”.
Completa la iconografía la presencia del apostolado en el banco y las parejas de santos: San Benito y un bellísimo San Miguel Arcángel pisando un grotesco demonio a la izquierda y a la derecha San Andrés junto a San Bernardo reformador de los benedictinos, con la orden cisterciense y también redactor de una nueva regla como indica la presencia del libro.
Es la única iglesia de Toledo en la que sus naves culminan en tres ábsides semicirculares, típico modelo de la tradición románica que en Castilla y León triunfa hasta el siglo XVI, pero que en Toledo resulta excepcional.
La torre exenta se estructura en torno a un machón central con sus bovedillas bajo la escalera interior. Sus ventanas de arcos geminados de herradura, apoyan sobre columnillas de mármol y se recuadran sobre un alfiz. Se trata de un antiguo minarete musulmán, con un modesto cuerpo de campanas en la parte superior que bien pudo haberse añadido en el medievo mudéjar o en el barroco dieciochesco. Para algunos se trata de la torre más antigua de la ciudad, no en vano una de sus ventanas, formada por doble arco de herradura recuadrado por alfiz, delata la forma típica califal de la época de Almanzor. La parte inferior islámica será imitada en los alminares de San Bartolomé y de San Andrés.
La iglesia ha experimentado a lo largo del tiempo distintas reformas. En 1612 se forraron los pilares de ladrillo con pilastras de yeso, y años después, en 1790 fue revocado totalmente el interior en estilo neoclásico, con bóvedas que ocultaron las armaduras, hasta que fueron descubiertas de nuevo a principios del s. XX.
Hoy, tras profundas restauraciones realizadas a lo largo del s. XX, que han liberado de repintes, estucos y elementos añadidos a toda la estructura arquitectónica, contemplamos la construcción primitiva en toda su pureza. Un conjunto que invita a reconocer la belleza que esconde un templo levantado para la alabanza divina y a disfrutar descubriendo la capacidad creadora del hombre, hecho a imagen y semejanza del Creador.